Las ayudas a la rehabilitación que se vienen aplicando en Ferrol desde hace años han posibilitado que vecinos de las calles Carlos III y Fernando VI hubiesen dado una nueva vida a sus viviendas a través del denominado ARI de Esteiro Vello. Pero esos inmuebles con renovada imagen coexisten con otros en un estado totalmente ruinoso, cercados por vallas que inhabilitan tramos de las aceras o tapiados, y con desprendimientos de cascotes sobre la vía pública.
En la calle Carlos III hay trece edificios en esas condiciones y en Fernando VI otros diez. La mayoría ya están sin tejado, de otros solo quedan en pie alguno de los muros laterales y de la fachada, por lo que las grandes piedras que daban soporte a los antiguos balcones se han convertido en auténticas espadas de Damocles pendiendo sobre las aceras.
Los vecinos de la zona son conscientes del peligro que representa caminar por delante de esos esqueletos de piedras y la mayoría ya ni siquiera aparcan sus coches en esos tramos de la calzada.
Las vallas que rodean algunas de esas ruinas, como las que hacen esquina entre Carlos III y la calle Adán y Eva, llevan tanto tiempo en el mismo sitio que la hierba ya crece libremente en la acera.
En otros solares, como los correspondientes a los números 33 de Carlos III y al 34 de Fernando VI, además de estar apuntalados con andamios se han colocado unas planchas metálicas inclinadas que sobrevuelan hacia la calzada, para evitar que los desprendimientos caigan en la calle.
Pero, según los vecinos, no se trata solo de peligros físicos, sino de un problema de salud pública, porque esos solares abandonados se han convertido en nidos de roedores y, en consecuencia, también sufren una plaga de gatos. «Tenemos que tener cuidado con la puerta para que no entren las ratas, que hay muchísimas, y en la calle con la caída de cascotes», manifiesta María Élsida Seijo, dueña de un café bar de la calle Carlos III, al tiempo que muestra las piedras del balcón que sobresalen de la fachada de una casa ruinosa.
Otra vecina de la zona, Ana Otero, califica la situación de esas calles de total abandono y muy peligrosa, «porque cuando llueve caen piedras. No sé ni como hay gente que se atreve a aparcar aquí». También se queja de la proliferación de ratones, que entran en las casas, y de que algunas personas les llevan comida a los gatos, que casi invaden la calle.
Mercedes Rey tiene 86 años, nació en Ferrol y asegura que «este barrio es el mejor, pero ahora está que da pena». Ella y su amiga Dolores lamentan que las casas «se estén cayendo a trozos, sin que nadie haga nada» y sin que se obligue a los propietarios a eliminar el peligro que representan. «Las galerías de madera se van a caer a la calle, muchas están sin tejado, e incluso algunas de las que, aparentemente están bien por fuera, en el interior no reúnen las debidas condiciones», apuntan estas dos vecinas.
Magdalena Guerrero vive en una casa que ya fue de sus abuelos, en la que rehabilitaron uno de los pisos y ahora están a la espera de las nuevas ayudas de los ARI para arreglar el otro. La fachada está en perfectas condiciones, pero enfrente hay un edificio en estado ruinoso. «Hace 40 años aún había ahí una relojería y vivía gente», recuerda, añadiendo que cree que muchos propietarios no se animan a rehabilitar «porque son obras muy caras y las casas tienen que quedar como estaban, no se les puede dar más altura y la mayoría son de una o dos plantas». Esta vecina también alude a la peligrosidad de transitar por estas dos calles de Esteiro y muestra un tramo de acera calle abajo en el que hay un montón de grandes piedras ya cubiertas de musgo que, según manifiesta, «cayeron hace más de un año y siguen ahí». Magdalena precisa que esos desprendimientos se produjeron en enero del 2021, con motivo de un temporal, y nadie se preocupó por retirar las piedras. Su hijo también estuvo a punto de ser alcanzado por otra caída de cascotes.
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